4 de junio de 2012

2004

Siempre hubo magia en los años bisiestos, no era raro, entonces, que se encontraran.
Ella la esperaba como siempre en las esquinas más oscuras, la esperaba con la gran sonrisa con la que había sabido esperarla siempre.
Se alegro como nunca cuando se entero de que su secreto había sido descubierto ya que pudo reconocer que en aquellos ojos no había prejuicio ni rencores, solo podía encontrar en su mirada el amor que habían sabido tenerse siempre.

Había comenzado todo aquel día en que ese papel supo caer en sus manos. Ella encontraba respiro en unas cuantas palabras perdidas entre tanta información característica del siglo XXI y por otro lado, ese pequeño trozo de nada había sabido llegar hasta la persona indicada (con sus frases medicinales y comentarios acertados). Estaba todo preparado para aquel accidentado encuentro: su grupo, su nombre, su sonrisa (siempre leal a los momentos de mayor dificultad). Se cruzaron, se dijeron los esperados "hola, mi nombre es este, el tuyo aquel y espero volver a verte un día de estos sin que tu amigo este en el medio y darte ese beso que espero desde hace tiempo".
Solían frecuentar los mismos soles, caminar las mismas horas y contar con las mismas piedras marcando el camino. Su estación siempre era el verano y sus horas infinitas. Pero el destino era así y ellas asá. Él tenía una experiencia de puta madre y era sabido que no tenía problemas en sacar de su frasco un poco de paciencia, de nicotina y esperar en calma con un cigarrillo compañero, y con una birra espumosa y caliente adecuada para cuando se presentara la ocasión. De todas maneras ellas en aquel tiempo eran felices y se encontraban siempre fieles a lo que sentían frente a cualquier otra cosa; no existía para ellas mas que amor y tiempo, caricias y silencios. Pasaban los días, las canciones, los escritos, pero parecían no enterarse. Era otro su mundo, otra la melodía y otra la historia.
El tiempo de los besos, los abrazos y las caricias llegó y con él, el de las desgracias, los celos, el resentimiento y, así como todo en la vida, se rompió el hechizo en cuanto aparecieron nuevas personas en el recorrido. Ella era dueña de los labios mas dulces y de las palabras compartidas. Nadie podía reclamar su propiedad ni ostentar sobre su compañía ya que dueño de ella era el tiempo y a todos pertenecía su persona. Todo aquello se hizo humo con palabras dulces que correspondían a otro ser. Y las piedras fueron otras. Y las compañías fueron otras. Y ellas fueron otras. Cambiaron de tiempo, de amor, y de música y de ideas.

3 comentarios:

  1. Hasta que de pronto, cuando se vieron en las fotos, no eran más que un lindo recuerdo... Y sí, será así qué se le va a hacer.

    Me gustó el primer párrafo (¿o son dos?). La mirada esa, los ojos esos es cierto que lo dicen todo. Si hay rencor, prejuicio o todavía hay amor, simple y puro, y todavía se puede pensar para adelante.

    Un abrazo por aquí.

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  2. tus historias me atrapan siempre, pero esta es una de las mejores (¿y más importantes tal vez?). me hacen conocerte
    te veo prontito espero chiqui :)

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  3. te atrapa mucho.. mas con esas palabras tuyas.! :)

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